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Elio Aprile

Quienes trabajamos en el CePAO tuvimos el honor y el privilegio de contar con los consejos y enseñanzas del Profesor Elio Aprile. Su fallecimiento nos tomó por sorpresa una triste mañana de agosto de 2012. Vaya este texto, entonces, a modo de humilde homenaje y recordatorio.

 

¿Qué hacés, Chiquilín de Bachín?
Así me recibía Elio cada vez que nos encontrábamos. Por supuesto que la categoría de chiquilín que el saludo me adjudicaba tenía más que ver con el cariño que con la edad.
Creo advertir que los diez años que me llevaba lo hacían verme de esa manera. Y a mí me encantaba ese saludo.

Conocí a Elio Aprile durante el verano de 2009. Y puedo decir que fue una especie de "amor a primera vista".
Tengo que reconocer que suelo tener opiniones muy negativas sobre el mundo de la política en general, o más precisamente sobre los políticos.
Pero Elio vino a suspender mi escepticismo. Encontré en él a un tipo honesto, inteligente, culto, alegre, bondadoso. Para completar esta lista, descubrí que el hombre era futbolero e hincha de Boca.

Comenzamos de inmediato a construir una gran amistad. Descubríamos a cada momento coincidencias éticas, filosóficas y prácticas que nos hermanaban. Me divertía escuchar sus cuentos, me hacía llorar de risa su humor, y también llorar de emoción algunos de sus relatos sobre sus orígenes.
Fue peón de albañil, jugador de fútbol profesional, estudiante de filosofía e Intendente de Mar del Plata.
Pero fue, por sobre todas las cosas, Poeta y Profesor.
Amaba la docencia, y la ejercía de maravillas. Subyugaba con su discurso. Embriagaba con sus palabras.

Le pedí que me acompañara en mi tarea profesional, y aceptó gustoso. Compartimos así varias "giras" por la Argentina. Elio estaba feliz de trabajar juntos. Y yo disfrutaba cada momento como colegas.

Era un gran padre. Del tipo que yo intento ser. Padre de sus hijos, no amigo. Padre compinche sí, pero sin claudicar en la tarea de ser papá. Estando de viaje, sus llamados eran siempre para saber de ellos. Y el cariño con el que les hablaba era enternecedor.
Como gran padre que era, no podía ser distinto como hijo. Sentía devoción por sus viejos. Los cuidaba y se ocupaba de ellos sin descanso. Las historias que me contaba sobre su infancia, su adolescencia y sobre Pino, su papá, más de una vez me robaron una lágrima de emoción.

Sabía ser amigo. Y los tenía por decenas. Tuve la suerte de ser uno de ellos.
En el que iba a ser su último Día del Amigo, me envió un mensaje que decía: "Somos humanos, dolorosamente humanos, como para creer que podemos aplacar nuestras angustias bebiendo únicamente de la fuente de nuestra soledad. Encontrar la fuente del agua compartida: ésta es la esperanza mejor. Quien tiene amigos tiene fuentes de agua, aunque la sequía descascare al mundo."

Todos los sábados jugábamos al fútbol con nuestros hijos. Para quien no lo sabe, juro que hay pocas cosas más hermosas en la vida que jugar al fútbol con los hijos. Habíamos formado dos equipos. Los Aprile de un lado, los Grinstein del otro. Completaban las formaciones amigos de uno y otro bando.
Disfrutábamos enormemente de estas tenidas futboleras. Fueron partidos memorables, no seguramente por la calidad técnica, si por la felicidad de tirar paredes con los que sentimos y sabemos nuestros.

Y fue un sábado, justamente el sábado que jugara su mejor partido, cuando nos hizo la gambeta definitiva.
Nos despedimos como siempre, seguros de encontrarnos en un rato. Habíamos planeado cenar juntos esa noche.
Me dijo: "Diez menos cuarto pasame a buscar, Amigo"
Ya no volvería a escuchar su voz amiga.

Pocos días atrás Elio, recodando sus tiempos de político en actividad, me dijo algo que nunca olvidaré:
"César, la mayor agresión, la mayor violencia que puede sentir un hombre bueno, es que se dude de su honestidad"

Podés estar en paz, Elio Querido. Fuiste un ejemplo de honestidad.

Chau, Amigo.
Encarnaste, para mi, el regreso triunfal de los poetas.

Te voy a extrañar.

 

CÉSAR

Asesor Académico

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